«Un adarme de seda verde» (Quijote, II, 44): contar e ilustrar un detalle
Resumo
En el castillo de los duques, separado de Sancho que ha ido a gobernar la isla Barataria, don Quijote se retira a sus aposentos negándose a ser atendido por las doncellas que en vano la duquesa le ofrece una y otra vez. La lealtad hacia Dulcinea conlleva el pudor y el caballero recatado no permite que ninguna mujer se le acerque para desnudarlo. Sin embargo, de puertas adentro el decoro del caballero, tan bien guardado por lo que atañe a la virtud moral, peligra por una evidencia de orden material, es decir el estado lamentable de su ropa. En particular es una media rota, que don Quijote lamenta no poder remendar por falta de “un adarme de seda verde”, la prenda de vestir que posibilita el enfoque de las vicisitudes caballerescas desde el detalle. Siguiendo el trayecto crítico de Roland Barthes y Daniel Arasse – entre otros–, trabajar sobre el detalle implica un desvío hermenéutico acerca de un episodio que la estrategia enunciativa de Cervantes, entre sarcástica y compasiva, deja en la mayor incertidumbre. La recepción del texto se hace aún más compleja cuando ese detalle es elegido e ilustrado por un artista como Gustave Doré, abriendo una dinámica intermedial que a lo largo del tiempo ha ido cambiando según las ediciones del libro, pues varía la colocación original de la imagen en el interior del capítulo y por consiguiente la competencia verbo/visual de quien lee y a la vez mira, con las consecuencias que el acto icónico depara.
ropa; detalle; acto icónico
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